lunes, 24 de enero de 2011

MOSKOV Y SKAYA





Hacemos un pequeño repaso. Rodia es un chico que en la actualidad tiene 27 años. Como en todo hombre (aunque no nos guste reconocerlo) su personalidad tiene dos caras, una más masculina y otra más femenina. Normalmente estas partes andan entrelazadas, lo que quiere decir que no se las puede distinguir. Pero en Rodia es diferente. Por algún motivo en él, en el día a día y al 95%, tan solo hay hueco para su parte masculina (Moskov). Aunque en otro momento os contaré más acerca de su historia, podríamos decir que a los 16 descubrió que su alter ego femenino salía a la luz cada vez que ingería una copita de su vodka favorito. Entonces se transformaba y se convertía en Skaya. Luz y sombra del mismo cuadro, cara y cruz de la misma moneda. Desde entonces ella no ha dejado de ganar espacio en su corazón, y lo que es más importante: en su personalidad. Vamos entonces con el diálogo que mantienen ambos protagonista. Situémonos: de noche. Es tarde. Rodia ha terminado de darle al vodka importado ruso. Por las ventanas, sin persianas, comienzan a filtrarse los primeros rayos de sol del amanecer. Es domingo. Justo es ese momento en que comienza a adquirir la sobriedad pero la resaca empieza a acechar su parte consciente. Es entonces cuando los componentes de su alma, Moskov y Skaya, tienen la ocasión de mirarse fijamente por unos instantes.



Te besa los ojosMoskov .
Mientras lees, a Moskov le gustaría que escucharasEarth angel


Moskov aparece al borde de la habitación de Skaya, da unos golpecitos a la puerta. Ella se gira y le ve apoyado en el quicio.

-          Ah… hola Movskov. No te esperaba.  –responde desganada.
-          ¿Cómo estás?
-          Bien ¿Y tú? ¿Qué haces? – más desganada aún.
-          Pasaba por el cerebelo y pensé que hacía tiempo que no hablábamos.
-          Bueno… no tenemos mucho de qué hablar. De hecho la última vez que nos vimos no terminamos precisamente bien.
-          Lo cierto es que no lo recuerdo.
-          Qué mala memoria que tienes para según qué cosas… - responde con sorna a los cuellos de la camisa.
-          Verás, quería hacerte una pregunta ¿Me gustaría saber qué es lo que buscas en un hombre?
-          ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Para qué quieres averiguarlo?
-          Lo digo porque ahora que ya no te ocupas de amar a nadie, puede que te interesara salir a tomar algo conmigo.
-          ¿Me estás proponiendo una cita? ¿Después de lo que hiciste?
-          Si quieres llamarlo así… pero yo preferiría calificarlo como un encuentro para conocernos mejor. No obstante no entiendo a lo que te refieres cuando hablas de “lo que hice”.
-          Llevas tantos años aquí, con Rodia y conmigo, y aún así eres un desconocido ¿Por qué debería dártela? ¿Por qué en este momento? Ahora estoy tranquila y sabes que valoro la estabilidad, ahora que comenzaba a levantar el vuelo vienes tú… ¡Eso es! ¿Después de todo lo que pasó vienes y sueltas que quieres una cita?
-          Te repito que no sé de lo que hablas con “lo que pasó” y que no es necesario que lo llames de ese modo si no quieres.
-          Qué poco tacto… podrías haber comenzado por disculparte.
-          Insisto. No sé a qué te refieres. Además, sabes que mi parte social no es la mejor que tengo. De hecho en estos momentos estoy haciendo un esfuerzo muy grande para venir a hablar contigo, aunque no lo aprecies.
-          Mira… a otro perro con ese hueso.

Después de pensarlo durante unos instantes, Moskov cree averiguar el motivo de su enfado.

-          No sé, si hablas del tiempo que he estado sólo, debo decirte que lo necesitaba. Puede que haya servido para mejorar mis habilidades personales.
-          ¿Y lo has hecho?
-          Creo que no, tan solo han empeorado, pero esa es una buena señal.
-          Jajaja – skaya rie a carcajas - ¿Te puedo preguntar por qué, señor inteligencia?
-          Porque eso me dice que te necesito más que nunca.
-          ¡Pero tú eres la parte racional! ¡La que lo sabe todo, la que razona y da explicaciones ingeniosas de las cosas, siempre con tus metáforas! ¡¿Para qué ibas a necesitar a tu parte sensible?!
-          Porque todo lo que soy se ha dado cuenta de que no es nada si no te tengo a ti.
-          ¿Eso es también una deducción lógica de las tuyas o alguien se ha chivado?
-          Puede que ambas cosas – se produce un silencio - ¿Y entonces?
-          Y entonces ¿qué?
-           ¿Contestarás mi pregunta?
-          ¿A cuál de ellas dos, a la de qué es lo que busco en un hombre o a la de si saldré contigo?
-          Podemos ir en orden.
-          Es listo, comprensivo, divertido. Es romántico y valiente, tiene un buen cuerpo pero no tiene que mirarse al espejo cada dos minutos. Es bueno, sensible, educado y no se avergüenza si llora delante de mí. Algo que tú, cariño, nunca serás.

Skaya se levanta de la silla y se va hacia la cama donde agarra un cojín y se pone a pintarse las uñas. Él la sigue con la mirada. No sabe cómo va a reaccionar, así que prefiere ser precavido y se queda donde está.

-          ¿Son tuyas esas palabras?
-          Olvidaba que está prohibido citar para contestarte ya que lo consideras poco “original”.
-          Puedes hacer lo que desees. Te estoy preguntando esto de corazón.
-          Y yo de corazón te he respondido.
-          Tienes mucho rencor acumulado, no creo que sea tan grave lo que te he hecho para que te comportes de ese modo.
-          ¡Maldita necio! ¡Cómo no va a serlo! Me enamoraste y te fuiste diciéndome ¡Te amo, volveré! ¡Y de eso ya han pasado 27 años! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario