TÍTULO ORIGINAL | Leaving Las Vegas | ||
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DIRECTOR | Mike Figgis | ||
GUIÓN | Mike Figgis (Novela: John O'Brien) | ||
MÚSICA | Mike Figgis | ||
FOTOGRAFÍA | Declan Quinn | ||
REPARTO | Nicolas Cage, Elisabeth Shue, Julian Sands, Richard Lewis, Steven Weber, Valeria Golino, Laurie Metcalf, Vincent Ward, Danny Huston, Bob Rafelson, Mark Coppola, Carey Lowell, Julian Lennon,Lou Rawls, Mariska Hargitay, R. Lee Ermey | ||
PRODUCTORA | United Artists / Lumière Pictures | ||
PREMIOS | 1995: Oscar: Mejor actor (Nicolas Cage). 4 nominaciones 1995: Globo de Oro: Mejor actor (Nicolas Cage). 4 nominaciones 1995: 3 nominaciones BAFTA: Mejor actor (Cage), actriz (Elisabeth Shue), guión adaptado 1995: Círculo de críticos de Nueva York: Mejor película 1995: San Sebastián: 2 premios 1995: National Board of Review: Mejor actor (Nicolas Cage) |
Te acaricia el pelo: Moskov
Mientras lees, a Moskov le gustaría que escucharas: Ayer la vi
La falta de costumbre no invitaba a beber los posos de copas que encontraba a mi paso. ¡Eh! ¡No vayas a pensar! Trato de no ser prejuicioso. Si hay que jugar en “2º B” se juega. Al fin y al cabo una copa es una copa y al precio al que están no me extraña que la gente haga botellón. Pero aún era pronto. Puede que más tarde bajara el listón. “Según te vayas acostando con mujeres los litros de las copas irán en descenso y hasta los etiquetados más horrendos de las botellas de cerveza parecerán hermosos. Te animarás” - me convencía a mí mismo. Hacía meses que no hincaba el codo y, a poco que tomara, sabía que agarraría un pedo considerable. A todo esto. ¿Os había dicho que era viernes y la cosa se presentaba tal y como siempre?
Y lo de siempre era: pin pan, plas plis. Como te lo cuento: coche, autopista, parking, chupa, cremallera, cola para entrar y escaleras hasta el infierno. Nos pedimos unas mujeres, las besamos suavemente. Poquito a poco que si no sientan mal. Terminamos llevándonoslas a la cama ¡Ahh qué fresquitas! Quien iba de tranqui se pidió una adolescente, por aquello de no pasar de la lengua y los toqueteos semiperversos. Entonces, en el momento de lo inesperado y cual mofeta en celo, las miraron y se acercaron a ellas. Lo suficiente como para que les llegara su olor. Tan solo otra mofeta identificaría aquello como una fragancia interesante. Pero lo suyo era otro rollo distinto al mío aunque, a decir verdad, eran unas cervezas atractivas.
A ellos les expliqué que por el momento no tenía interés en beber aunque, en el caso de que me necesitaran, les acompañaría a la barra. Me quedé observando alrededor y me di cuenta de que era un momento extraordinario para hacerle el amor a otra mujer.
Me encontraba en pleno acto sexual cuando, decidida y sorprendentemente para mí, se me acercó uno de los colegas acompañado de una atractiva Heineken. Me dijo: “Moskov, te presento a la botella número 500.000.001 hecha con cebada importada de Barcelona”. “Ammm… ¿Y ahora qué? Verdad que esto no te lo esperabas maldito bastardo” – susurré para mis adentros. “Recuerda que por encima de todo es una bebida alcohólica, trata de ser mínimamente cortes. No la cagues. Repito, no la cagues”. Así que, con dulzura, educación y una sonrisa en los labios le dije: “Hola botella hermosa de Heineken 500.000.001 serie 300, no sé lo que te habrá contando mi amigo pero te doy un par de sorbitos nada más, que esta noche no tengo intenciones de beber nada”. Desconozco cuál hubiera sido el resultado final de haber seguido la conversación por otros derroteros, pero a pesar de mi auto motivación inicial, aquella noche no me sentía Nicolas Cage en “Leaving las Vegas”.
Reaccioné: “Nene, ¿qué haces rechazando la oportunidad de beberte una cerveza?”. A lo que respondí: “Lo mejor es me ha salido con naturalidad”.
Me estaba preocupando. Mi lívido alcohólica se encontraba por los suelos. Por aquello de descartar todas las posibilidades, me dio por pensar si no me habría pasado a la acera de los batidos, pero en cuanto me fijaba en la copita o la cerveza de al lado me daba cuenta de que aquello era un miedo absurdo fruto de ver en exceso Telecinco.
¿Qué ocurriría? Mis compañeros tenían por objetivo llenar sus estómagos con líquidos espectaculares, pociones ingeniosas y fórmulas magistrales y yo permanecía inerte en medio de la sala pensando en mil historias. Quizás tuviera algo que ver el haber finalizado una relación larga, desgastadora y exigente hacía unos meses, pero recordaba el caso de un amigo íntimo que, encontrándose en la misma situación, no tardó ni 50 días en volver a engancharse a otra. “Cada uno…”.
En el fondo conocía la respuesta pero no quería escucharla. Pensaba que, como un niño, si cerraba mis ojos nadie podría verme. En definitiva: lo mío no era andar de picos pardos.
Cada copa, cada cerveza de aquel bar, cada botella, no tenía interés para mí más que el del disfrute del momento y el placer del contacto físico. Me encontraba en una de esas épocas en las que lo que me interesaba era mejorar como hombre y perfeccionar mi esencia. Ser más completo. Era un egoísta conmigo mismo y trataba de hacer realidad mis ilusiones y caprichos. Ya llegaría mi momento y con él mi copita. La que yo siempre había deseado: Skaya.